“Ahora todas las mujeres del pueblo trabajamos en el huerto, cuya producción destinamos al autoconsumo”
30 años, 1 hijo.
Vive en Gatty Gningue
Antes teníamos que levantarnos a las 4 de la mañana para ir a buscar agua, ya que había pocas fuentes y se formaban colas muy largas, pero todo eso se ha acabado desde que tenemos el pozo gracias a FADEC y Solidaridad Internacional.
Además de construir el pozo nos han dado todo lo que necesitábamos para hacer el huerto. Antes prácticamente no trabajábamos, pero ahora sí. Ahora todas las mujeres del pueblo trabajamos en el huerto. Prácticamente el 100% de la producción está destinada al autoconsumo.
Cuando me toca ir a regar las plantaciones, me arreglo y voy al campo. El trabajo es un poco difícil, pero no es excesivamente duro porque regamos con regaderas, pero no nos importa porque el huerto es algo que siempre habíamos querido.
Hemos aprendido cómo hacer viveros, cómo plantar... todo el proceso. Tenemos plantados pimientos, árboles frutales como mangos, naranjos, limoneros, guanabaneros, papaya... ¡todo esto estamos plantando!
Hay días que hace mucho frío y otros mucho calor. Es un tipo de calor que te deja extenuada. El calor afecta tanto a las plantas como a las personas. por eso preferimos la época más fría para plantar. En este periodo también hay menos plagas y ataques de bichos”.
De acuerdo con la investigación el “Impacto del Cambio Climático sobre la equidad de género en el Departamento de Kébémer, Senegal”, el papel de las mujeres senegalesas en el sector agrícola se ha limitado durante mucho tiempo a una economía de subsistencia, con un acceso limitado a los medios de producción (tierra, crédito, insumos). Sus actividades agrícolas figuran en un segundo plano, apenas visible, al igual que las tareas domésticas y de cuidado que realizan en sus hogares. La mayoría de las actividades productivas de las mujeres en este sector en las zonas semiáridas de Senegal se ven afectadas por las condiciones climáticas extremas vinculadas al cambio climático, como la irregularidad en los patrones de lluvias, inundaciones, sequías, temperaturas extremas o fuertes vientos. Las catástrofes climáticas dificultan además el acceso a los lugares de trabajo, limitando los desplazamientos y exponiendo a las mujeres a peligros directos para su integridad física.
Los diversos efectos del cambio climático implican, por tanto, que las mujeres tienen que dedicar más tiempo a la obtención de recursos destinados a la subsistencia de sus familias (obtención de agua, madera para cocinar, comida, generación de ingreso). En algunas ocasiones son las niñas las que también echan una mano en estas tareas, lo cual afecta directamente a su derecho a la educación y sus oportunidades vitales. La tasa de abandono escolar de las niñas en la educación secundaria es alta, especialmente en el medio rural, y claramente superior a la de los niños.
A mayor desplazamiento para buscar agua y leña (con altas temperaturas, lo cual dificulta la tarea y afecta seriamente a la salud) hay mayor riesgo de sufrir, como ha sucedido, incidentes violentos o violaciones. Esta sobrecarga de trabajo responde a la necesidad urgente de encontrar recursos alternativos para compensar la drástica reducción de los rendimientos y de los recursos domésticos de la agricultura tradicional de cultivos de estación fría, en relación directa con el cambio climático.